«Estoy en contra de la cultura de dieta». Seguro que últimamente y cada vez más, habréis oído hablar a profesionales de la nutrición y dietética defendiendo esta opinión. Pero también es bastante probable que queden dudas, que no sepáis a qué es lo que realmente se refieren con ese término. ¿Por qué hay personas que van en contra de las dietas? ¿Qué tienen las dietas para que algunas personas defiendan que son nocivas?
Hoy me gustaría abordar este tema.

El diccionario de la lengua española aporta varias definiciones en lo que se refiere a dieta, siendo la más acertada la de «régimen general de vida», la cual, engloba más allá de la propia alimentación de la persona. Sin embargo, cuando se habla del concepto cultura de dieta, éste hace referencia a un conjunto de prácticas alimentarias que poco o nada tienen que ver con la salud. Según Thomas (2019), la cultura de dieta es lo que más impacta en la relación que se tiene con la alimentación, siendo las mujeres y niñas (de incluso edades muy tempranas – 6 años) las más afectadas en este aspecto. Cabe señalar la palabra «afectada» debido a que entre otras cuestiones, no promueve una relación sana con la alimentación de las personas.
La cultura de dieta patologiza procesos normales de ganancia de peso en momentos vitales del desarrollo de las personas (crecimiento en la adolescencia, embarazo, etc). Es peso-centrista, el peso es el único valor a modificar y se relaciona directamente con la salud. En otras palabras, promueve la pérdida de peso y adelgazar a toda costa sin tener en cuenta la integridad física y mental de las personas. Esto se consigue mediante restricción dietética, la dieta pasa a ser extremadamente rígida, insana, insuficiente e insatisfactoria, y, la adopción de reglas o normas alimentarias que carecen de sentido y no están respaldadas por la ciencia. Evidentemente, no escucha las señales de hambre – saciedad del organismo y, además de todo lo anterior, puede estar asociada a prácticas compensatorias: uso de diuréticos, laxantes, fármacos para adelgazar, realización de ejercicio físico extenuante, etc.
Al clasificar los alimentos en buenos y malos y entender que hay una forma correcta e incorrecta de comer, la cultura de dieta hace enteramente responsable al individuo de su propia salud (y peso) aún sabiendo con certeza que la alimentación de cada persona no depende única y exclusivamente de ella (Calado, 2024). Esto también propicia que personas ajenas se sientan con libertad a la hora de opinar sobre la forma y tipo de cuerpo de otros/as, generalmente en tono condescendiente, crítico o de burla. Mensajes como «si quieres, puedes» o «lo único que te falta es fuerza de voluntad» siguen perpetrando el estigma de peso y crean vergüenza y culpabilidad en las personas que reciben dichos comentarios.
Algo está claro: el binomio dieta y ejercicio físico no es infalible para asegurar un correcto estado de salud. Así lo dictan los determinantes sociales de la salud, la propia conducta de una persona supone tan solo un 36% del 100% de factores que tienen un efecto directo con la salud. Se sabe también que las desigualdades sociales son lo que más impacta negativamente sobre la misma, y todo lo anterior, es también aplicable al peso corporal.
En este sentido, resulta de interés indagar en la teoría del punto fijo –set point en inglés. Factores genéticos, biológicos y ambientales predefinen varios parámetros de nuestro organismo, siendo uno de ellos el peso corporal. En términos de peso, cada persona tiene un punto fijo determinado y su peso oscila dentro de ese rango establecido. El caso es que el organismo tiende a la estabilidad para la cual, emplea varios mecanismos con el fin de que no se generen grandes cambios. Si bien, esos cambios pueden ser mínimos, existen diversas circunstancias en las que el peso puede verse alterado de forma más significativa: edad y momentos específicos del ciclo vital como por ejemplo, la menopausia, aparición de enfermedades, consumo de ciertos fármacos, estrés, ciclos de aumento y pérdida de peso, etc.
Por otro lado y tal y como se citó anteriormente, la visión peso-centrista, no aporta beneficios adicionales sobre la salud de las personas. Para empezar, relaciona menor peso con mejor salud, lo cual se sabe que no es cierto: puede existir salud en corporalidades más grandes y puede haber ausencia de salud en corporalidades más pequeñas. La aparición de enfermedades no tiene por qué entender de peso y sin embargo, mediante este enfoque se subraya que la ganancia de peso puede tener un efecto directo con el desarrollo de distintas enfermedades, e ignora la aparición de conductas desordenadas de la alimentación y Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) como factores de riesgo directamente dependientes de dietas restrictivas.
Por todo lo anterior, sobra decir que este enfoque tampoco es respetuoso con el tamaño ni la forma de los cuerpos. No promueve la diversidad corporal y mucho menos concibe la salud en todas las tallas (HAES – del inglés, Health At Every Size).
Por último, las dietas orientadas a la pérdida de peso son cortoplacistas. A largo plazo no solo es posible recuperar el peso perdido sino inducir una ganancia aún mayor sobre el peso inicial, el temido efecto yo-yó. Según Calado (2024), con los datos que se disponen hoy en día, no se puede concluir que las intervenciones centradas en reducir el peso corporal sean exitosas a largo plazo y produzcan beneficios significativos sobre la salud física y mental. Según Thomas (2019), la cultura de dieta desencadena una serie de efectos negativos como pueden ser, entre otros: obsesión por la comida, insatisfacción corporal y preocupación excesiva en torno al cuerpo, baja autoestima, riesgo de padecer estrés y depresión además de las ya citadas conductas desordenadas de la alimentación y los TCAs.
Bibliografía:
Thomas, L. (2019). Just Eat It. How intuitive eating can help you get your shit together around food. London. Pan Macmillan.
Calado, M. (2024). Mujeres jóvenes y trastornos de la conducta alimentaria. Impacto de los roles y estereotipos de género. Instituto de las Mujeres. Blanca Impresores S.L.